Tener un cambio de anteojos, a veces es totalmente necesario, pues como todo objeto, estos se van desgastando

¿Con qué frecuencia debes tener un cambio de anteojos?

¿Con qué frecuencia debes tener un cambio de anteojos?

Tener un cambio de anteojos, a veces es totalmente necesario, pues como todo objeto, estos se van desgastando. Claro, será más o menos rápido según los cuidados que les suelas dar. Los lentes y cristales suelen estar expuestos a agentes como el viento, el polvo y las partículas de tierra. Así que no solo tu juegas un papel fundamental en su tiempo de vida útil, aún así investigaciones arrojaron que la mayoría de los usuarios las cambiaban cada cinco años.

Que las personas pasen tanto tiempo sin comprar nuevos lentes, en realidad es muy común. Porque a veces la enfermedad no se acrecienta de forma súbita, haciéndonos creer que estamos perfectamente bien. Un pequeño cambio gradual influye más de lo que creemos, ya que es una necesidad médica y no un elemento meramente estético.

La edad y el cambio de anteojos

Cuando se tiene una enfermedad que para su corrección o estabilización amerita el uso de lentes, es necesario un cambio constante. Según la edad que tengas esto puede variar, pero, ¿Cada cuánto debe ser esto? Está ligado directamente a las recomendaciones del oftalmólogo.

  • Cuando se empiezan a usar anteojos desde niño, suele pasar con los casos de miopía. Lo más adecuado es acudir al menos una vez al año a consulta, hasta que llegue a los 13 o 14 años. Si en cada consulta cambia la graduación es necesario el cambio de cristales, en cada una de esas ocasiones. Ya que los niños sufren mayores cambios y de forma más frecuente.
  • En la adolescencia pasa algo similar, cuando se cumplen los 15 lo máximo que puede prolongarse una revisión es dos años. Pero, no es lo más recomendado siendo una etapa de cambios físicos. Asimismo, suelen ser los más descuidados en cuanto al cuidado de los anteojos. Cuando las rompen no les queda otra alternativa de parte de los padres que ir por unas nuevas.
  • Cuando se llega a la mitad de los veintes las enfermedades de tipo refractarias se estabilizan. Esto dura hasta los treinta y cinco o los cuarenta años en algunas personas. Aquí sí es más flexible el tiempo en el que puedes asistir a una revisión, ya que no cambia la graduación. Pero, si hay una molestia o un mínimo indicio de que vemos de peor manera se tiene que solicitar la consulta.
  • Una vez pasados los cuarenta la presbicia y la fatiga visual empiezan a atacar. Así se vuelve a tener que hacer una revisión anual como mínimo. Si se presentan dolores de cabeza, mareos o visión emborronada por momentos se debe ir lo más pronto que se pueda con el oftalmólogo. Dado que el riesgo de cataratas, glaucoma y otras afecciones graves incrementan con el envejecimiento del ojo.

Señales de que tu graduación ya no funciona

Las señales de que necesitamos lentes nuevos porque nuestra enfermedad ya cambió, pueden no ser tan obvias como piensas. Ya  que no todas estas alteraciones son súbitas y marcadas. Aquí te nombraremos los síntomas más comunes, para que sepas cuando ya debes decir adiós a tus anteojos. Cabe destacar que cuando se gradúan mal unos cristales, así estén nuevos nos darán dolencias como las que serán mencionadas:

  • Visión desenfocada, para saber si ya no funciona tu vieja fórmula los dos ojos tienen que ver con nitidez a través de los cristales. No debes ver más por uno que por otro, porque tu médico se encargó de que ambos estuvieran parejos. Así que se recomienda alternar la vista cerrando los ojos, con los lentes puestos así sabrás si necesitas cambio de anteojos.
  • Parpadeo excesivo, cuando tus ojos hacen un gran esfuerzo pueden resecarse. Así que tu cuerpo manda a tus lagrimales a humectar la zona, pero están también muy cansados. Así que empiezan doblar fuerzas parpadeando más veces, ocurriendo los lagrimeos. Pero, sucede que a veces el esfuerzo no es suficiente, por lo que los ojos se terminan enrojeciendo.
  • Dolores de cabeza, suelen ser muy bruscos y por más que intentas no se alivian. Se siente en puntos específicos como la frente, la zona occipital, en el centro entre ambas cejas y las sienes. Cuando tu cuerpo manda esta señal consumiste toda la energía que podía darle a tus ojos.

El cambio a nuevas monturas

Muchos están de acuerdo con que escoger monturas puede ser tan divertido como estresante. Todos buscamos vernos bien, aunque se deben tener en cuenta distintas cosas antes de hacer la compra. Las características físicas son importantes, los armazones grandes no les quedan a todos los rostros, por ejemplo. Hay que equilibrar las facciones, incluso minimizar nuestros puntos menos agraciados consiguiendo una montura favorecedora.

Los oftalmólogos suelen hacer sugerencias sobre qué puede funcionar, siempre poniendo en prioridad lo más práctico para tus ojos. Mencionando que no se debe caer en esas ofertas que terminan saliendo más caras, que son más habituales de lo que parecen. Hay casos donde el material es tan débil que dura un mes, no hay que gastar una fortuna, pero sí lo suficiente para tener calidad. Una buena montura debe durar al menos hasta el próximo cambio de cristales.

El periodo de adaptación ante unos anteojos nuevos

Cuando se comienzan a usar lentes nuevos, siempre se siente como mirar al mundo por primera vez. En especial cuando hay un cambio de graduación significativo, puede no ser automático, teniendo en cuenta que nuestros ojos deben adaptarse. En ese tiempo nuestros ojos están captando miles de estímulos, intentando coordinarse. Si hay algún mareo, es totalmente normal, pero no si este persiste.

El compromiso con tu salud visual es tu propia responsabilidad, así que no dejes pasar más tiempo del que deberías sin una consulta. Más ahora que podrás leer las señales de tu cuerpo, y sabes qué esperar según tu edad. Haz tu cambio de anteojos a tiempo, de forma cómoda y sin prisas, así verás mejor los días que te esperan.